Parte 1 - Pirotecnia sub-12 (o bandalismo menor).

Quienes tengan recuerdos de su infancia más temprana, lo primero que les vendrá a la mente es la navidad. Por los regalos, la fantasía de Papá Noel, los parientes ebrios, el desengaño de Papá Noel, las nueces, los turrones y por sobre todo: los fuegos artificiales.
De chicos todos conocimos ese deseo casi demoníaco de querer encender petardos, conducta adquirida de dedicados hermanos mayores o tíos irresponsables que año tras año nos deleitaban con intrépidas maniobras pirotécnicas.
Desde los 3 hasta los 12 años (edad promedio) es cuando se toma el primer contacto con este mundo de luces y sonidos intermitentes. Dentro de la variedad, los accesorios mas comunes para el purrete piromaníaco eran:

• La estrellita: las primeras versiones traían 6 estrellitas por sobre. Consistía de una varita de alambre embadurnado con una polvora especial que al contacto con el fuego se encendía y escupía muchas chispitas. Como se consumia lentamente, el efecto era mucho mas delicioso para el ojo infantil.

• Cebitas: jamás hubo un invento más molesto. Se usaban por lo general como complemento de otros artefactos, como pistolas de juguetes. Su popularidad decayó tanto que hoy en día es casi imposible adquirirlas.

• Fosforitos: me equivoqué. Si existe un invento más molesto todavía y son los benditos fosforitos. Son baratos, de venta libre, fácil adquisición y excesivamente escandalosos. Deberian prohibir su venta a los menores de 70 años.

• Bola de dragón: consistía de una bola recubierta de pólvora que ante el contacto violento contra una superficie dura producía un estallido. Dado el rebote que generaba por la condicion de esfera, se producia más de un estallido por tirada y la admiración de los más pequeños

• Los Chasquibúm: pirotecnia old-school si las hay. Su composición rudimentaria hacia de éste uno de los entretenimientos más polémicos dentro de los foros barriales. Las competencias sobre quién le daba el uso más extravagante eran moneda corriente. Los más conservadores los explotaban contra el piso, otros más osados se animaban a hacerlo con los dedos. Según el mito, incluso hubo niños que explotaban chasquibumes con los dientes. Pero seguro son solo leyendas urbanas...

• La Bengala: para los niños más grandes, ávidos de emociones fuertes, éste era el primer paso a las grandes ligas pirotecniles. Quien era poseedor de bengalas dentro del círculo de amigos, ganaba automáticamente el rótulo de macho alfa.

Una vez adquirido ese título, se pasaba al siguiente nivel.


Parte 2 - Old-School (los clásicos de ayer y hoy).

Hoy en día existe una infinita variedad a lo que deleite visual se refiere. Pero hay clásicos que nunca pasan de moda. La pirotecnia under, especializada en la rotura de cualquier tipo de objetos (en especial de timpanos) y voladura de chapas. Más conocidos en los barrios como: los petardos.

• Los triangulitos: gracias a las envolturas de estos simpáticos bichos, siempre asocié a los triángulitos con los caramelos sugus. Por su desenvolvimiento y efectividat, entran en la categoría de los petardos más populares.

• Los caramelitos: más conocidos como "petardos standard". De forma cilíndrica, éstos fueron los representantes oficiales de la pirotécnia sonora en los dibujos animados.

• 3 Tiros: petardos de dominio exclusivo de los tios alcoholizados que se hacen los cancheros sosteniendo el tubo con las manos.

• Rompeportones: un paso más allá, compuesto de maldat pura, se posicionaba el rompeportones como primer escalón hacia la pirotecnia diabólica.

• La super-matraca: versión extra-large de la infantil "metralleta". La duración entre el primer y el último estallido varía entre los dos a los cinco minutos.

• El volcán (o morterito): y hablando de pirotecnia diabólica, que mejor que ilustrar el concepto con esta preciosura. Consiste en un pequeño mortero rojo que una vez consumida la mecha escupe un fuego rojo precedido de una explosión muy violenta. Su fabricación es mas bien reciente, pero éste va a ser el clasico del mañana.

• Bomba de estruendo: es el Señor Petardo. Como bien lo indica su nombre, se trata de la máxima expresión en destrucción de veredas y es por lo general, la diva de la noche.

Parte 3 - Fabricación casera (lo que NO se debe hacer).

Los argentinos no tenemos nada que envidiarles a los chinos, maestros milenarios en el arte de la pirotécnia. O almenos eso fué lo que pensó mi hermano mayor cuando en la navidad del 2002 se puso en campaña para producir sus propios "juguetes".
Luego de una exhaustiva búsqueda de información y el correspondiente estúdio de viabilidat de sus projectos, una calurosa tarde de verano acompañé a mi hermano a la Química que queda en Liniers para comprar todos los elementos necesarios: potasio, azufre, acido nitrico (creo) y cloruro de una mierdez que no me acuerdo.
Tras varios intentos fallidos, lo primero que le resultó fué la pólvora.
Luego de días de ensayo y errores, durante una prueba nació una de las que a mi criterio fué el mejor invento pirotécnico: The Hell's Kitchen.
Bautizado así porque el experimento se llebaba a cabo dentro de una olla de cocina, el espactáculo consistia en la creación de unas llamas aún más ardientes que las producidas por combustión normal (a gas o a carbon) por medio de una reacción química, que al agregarles puñados de una sustancia, producia un estallido que generaba un hongo de humo cinematograficamente extraordinario.

Como The Hell's Kitchen no servía para alardear frente a los vecinos, mi hermano siguió en su búsqueda de la pirotecnia perfecta. Al ver la cortina de humo que generaba esa pequeña cocinita infernal, se le ocurrió aplicar esta idea a un nuevo nivel un poco más arriesgado: la bengala de humo.
Por su carácter de portátil, su fabricación requería cocción. Esto consistía en una composición de químicos mezclados con caramelo (azucar fundido). Como no poseíamos cocinitas individuales, a mi hermano no le quedó otra que utilizar la cocina hogareña.
Los primeros intentos previos al día de navidad fueron positivos. Las bengalas producían tanto humo que era excesivamente sospechoso. Al menos en una oportunidad, al probar su efectividat con una bengala pequeña, cubrió todo el patio con un humo blanco muy espeso, que casino se podia ni ver ni respirar.

La anegdota principal -y que marcó la finalización definitiva de los experimentos- se produjo en noche buena. Mi hermano después de armar la súper vengala (un tubo de 1,6 metros de alto y 3,5 centímetros de diámetro relleno en su totalidad), se dispuso a armar otras bengalas mas pequeñas. Pero hubo un pequeño detalle que desestabilizó la mezcla en plena cocción y se produjo la catástrofe: en medio de la cocina/comedor se encendió THE HELL'S KITCHEN.
La olla empezó a escupir un fuego maligno que quemó alacenas, mesadas, electrodomésticos y demases cosas, mientras que el humo que emanaba saturó el ambiente de una niebla espesa que obligó a la familia entera a la inmediata evacuación de las instalaciones.

Ante la mirada preocupada de mis señores padres y el ataque de risa que me produjo a mí y a mis hermanos semejante escena dantesca, la casa se fué ventilando de apoco y con muchas espectativas volvimos a entrar a la cocina para contabilizar los daños.
Ese día tubimos que lamentar muchas pérdidas, pero el tiempo (y especialmente mi mamá) se encargó de limpiar las huellas de aquella tragedia. Aunque hasta el día de hoy la licuadora guarda heridas de guerra que dificilmente se borrarán con el paso de los días.

Aún asi, esa navidad la estalló, porque la super bengala funcionó de la ostia y llenó toda la plaza de humo ante la envidiosa mirada de todos los vecinos.